CARTA DESDE EL CIELO

 

 

   Queridos humanos: Mi nombre es Rufo; os escribo desde el cielo para contaros una breve historia; no es una historia extraordinaria, pero precisamente en esto radica el interés porque la conozcáis.

Nací hace dos años acompañando a una numerosa camada. Mis padres no pertenecían a la nobleza canina; para que me entendáis, no tenían una raza definida, lo cual, he de aclarar, no fue un obstáculo para que yo fuese un cachorro muy bien parecido: una bola de pelo erizado, color canela, con unas tremendas ganas de jugar.

Cuando cumplí los tres meses cambié de domicilio. Me sentí algo triste al principio, al verme separado de mi madre y mis hermanos, pero fue algo pasajero, ya que me adoptaron en una familia muy simpática.

El día de mi llegada se formó un tremendo alboroto en la casa. Celebraban el cumpleaños del más pequeño y yo era su regalo. No os imagináis el éxito que tuve; todo eran mimos y caricias, pasé de mano en mano escuchando todo tipo de halagos. A pesar de terminar agotado, fue un día inolvidable.

A partir de entonces, mi vida transcurrió apacible y feliz. Mis dueños me querían y los niños no se cansaban de jugar conmigo.

El tiempo fue pasando y llegó un verano; hacía mucho calor y mi familia decidió marcharse de vacaciones a la playa. Los niños y yo estábamos locos de contento, pero sus padres parecían preocupados; les oía discutir y me miraban de una manera extraña. Muy pronto sabría por qué.

El día de la partida, todos estábamos nerviosos. Cuando estuvo todo preparado, montamos en el coche y nos marchamos. Mis dueños mayores parecían malhumorados y no hablaron en todo el camino. Transcurridas dos horas de viaje, decidieron parar para descansar. Bajamos del coche y yo me dediqué a olisquear todas las novedades que encontré en mi camino. No sabría decir el tiempo que pasó, pero cuando quise darme cuenta me había alejado bastante de ellos.

Emprendí la vuelta y entonces observe que todos subían al coche, cerraban las puertas y arrancaban a gran velocidad. Salí corriendo detrás de ellos pensando que se habían olvidado de mí. Corrí y corrí, pero no conseguí alcanzarlos. Me detuve extenuado y confuso mirando la carretera, pero el coche ya había desaparecido.
Los pensamientos se agolpaban en mi cabeza, no comprendía lo que había sucedido; ellos tenían que darse cuenta de mi falta, tenían que regresar. Decidí seguir caminando por la cuneta a su encuentro, y eso es lo que hice, hora tras hora.  

Empezaba a anochecer, me encontraba agotado y sediento, pero tenía que encontrar a mi familia.
De repente unas potentes luces me cegaron, escuché el rechinar de unos frenos y sentí un tremendo golpe. Después la oscuridad.

Cuando desperté, me encontraba ya en este lugar. El cansancio y la angustia habían desaparecido.

Muchos de los amigos que encontré aquí me contaron historias parecidas, pero ninguno supo explicarme el por qué. Quizá sea la naturaleza humana lo que resulte incomprensible; capaz de las acciones más nobles, pero también de las más mezquinas.

Pero, en fin, tengo que dejaros; hoy tenemos partido de fútbol: perros contra gatos, os imagináis lo que se puede organizar. No me lo puedo perder.

Hasta siempre.



Copyright © 2007
All Rights Reserved

localízame en el mapa
Madrid, ESPAÑA

Avda. Marqués de Corbera, 54
28017 Madrid
Tel/Fax : 91 326 51 30
Urgencias: 689 373 751
E-mail : info@corberavet.es